Ríndete a la emoción
Quien más y quien menos, siendo niño, ha enfrentado alguna que otra situación para la que no estaba preparado. Digo enfrentar y no afrontar porque esto vendrá más adelante, una vez recojamos los recursos que nos provea la sabiduría de la experiencia… siempre y cuando hayamos estado en disposición de voltearnos a mirarnos y reconocer nuestros dolores y sanar las heridas, a veces tan profundas, que a pesar del paso de los años permanecen abiertas.
Las reacciones del niño ante tales experiencias van modelando su personalidad y tejiendo el personaje con el que inconscientemente termina identificándose, necesario sí durante el período de tiempo de aprendizaje, pero obstaculizador, sufriente y limitante según avanzamos en la vida. En mi caso opté por esconderme bajo una caperuza para evitar ser vista en mi dolor, ahogué en silencio mi miedo para evitar el sufrimiento de mi mamá querida, quise proteger al adulto cuando en verdad era la niña quien necesitaba ser protegida.
Cimentada en estas primeras vivencias desarrollé un carácter introvertido, y mientras que en casa buscaba ser el centro de atención en espera de la mirada, cariño, contacto de mamá, fuera deseaba pasar desapercibida. Me sonrojaba cuando la maestra me preguntaba en clase, me costaba un mundo participar en las conversaciones de mis amigos en los ratos de recreo, y asentía en lugar de dar mi opinión aun cuando estaba en desacuerdo. Todo lo que callaba traslucía mi temor, mi soledad, mi dolor.
La coraza
Mi creencia No ser vista = No existo me condicionó por largos años. En PNL (Programación Neurolingüística) sabemos que toda creencia tiene una intención positiva, es decir, que una conducta o comportamiento determinado pretende conseguir algún beneficio. Yo, desde bien pequeña, traté de ocultarme a fin de evitar el conflicto: me callaba para que no hubiera conflicto, no decía lo que en realidad quería decir para que no hubiera conflicto, ponía al otro por delante para que no hubiera conflicto… y la sombra crecía y crecía.
La tónica de los niños es pensar que algo malo hay en ellos para que las cosas se den de la forma que lo hacen. El conflicto me daba miedo, me asustaba, dudaba de lo que sentía, de lo que pensaba, y en el fondo terminaba creyendo que era yo la equivocada. ¿Qué pasaba entonces? Pasaba que siempre que se daba un conflicto yo me decía que era culpa mía (¡ay la culpa, cuánto daño ha hecho!), e inconscientemente los seres humanos asumimos que ser culpable acarrea inevitablemente un castigo (=autocastigo).
Imprimiendo dolor
¿Adivinas con quién he estado en conflicto durante una buena parte de mi vida? (…) Así es, conmigo misma. No me veía, no me escuchaba, no me sentía. Me reprendía y no me dejaba ser yo. No me expresaba ni actuaba libremente para sostener una aparente armonía con cualquier otra persona. ¡Qué doloroso es darte cuenta que en ese no querer perder al otro te estás perdiendo a ti misma, y qué liberador al mismo tiempo! Porque únicamente cuando lo ves, cuando eres consciente de ello, puedes acometer otro camino diferente.
El otro está ahí para que puedas verte, para recordarte dónde te encuentras y puedas redirigir tu rumbo, para mostrarte hasta qué punto vives desconectado de ti, sobreviviendo en función de unos patrones aprendidos ya descoloridos por el paso del tiempo. Amigo, amiga, el conflicto forma parte de la vida porque sin conflictos no tendrían cabida las emociones, y sin las emociones no seríamos conscientes de nuestros pensamientos ni de las creencias que nos gobiernan. Las emociones son las precursoras del cambio. Gracias al conflicto iniciamos el retorno al Ser.
Dejar Ir para sentirte en paz
David R. Hawkins, destacado psiquiatra, escritor, investigador sobre la conciencia, conferenciante espiritual y místico, nos muestra en su libro «Dejar Ir, El Camino de la Entrega» cómo nuestras emociones son las que promueven nuestros pensamientos, sentimientos y respuestas físicas. Centrarnos por tanto tan solo en un pensamiento positivo no conduce a ningún cambio; sin embargo podemos utilizar los pensamientos como catalizador de nuestros sentimientos y emociones.
Cada vez que sentimos algo que no queremos intuitivamente lo rechazamos, reprimimos, suprimimos, o escapamos de ello disfrazándolo con alguna otra emoción que por conocida y aceptada la permitimos (= emoción social o secundaria, que no visceral o primaria). David R. Hawkins dice que cada emoción viene a ser como una carpeta en un programa de ordenador, carpeta que contiene cientos de archivos (= pensamientos) asociados.
Los sentimientos reprimidos son los que nos hacen vulnerables al estrés externo.
David R. Hawkins
En consecuencia, expresar, liberar una emoción determinada sería como abrir la carpeta y extraer de una vez todos sus archivos. Paralelamente al aprendizaje de dejar ir, soltar, liberar la emoción, vas adquiriendo la capacidad de sentirte bien, en paz a voluntad, y dejas de ser víctima de tus emociones. La regla básica es centrarte en lo que has reprimido: miedo, enfado, culpa, rechazo, etc.
Por ejemplo, la predisposición a reaccionar con miedo depende de la cantidad de miedo que hayas acumulado (reprimido) en tu interior. Somos como ollas a presión listas para liberar el vapor cuando la oportunidad se presenta buscando alivio. Los acontecimientos externos los utilizamos como desencadenantes y excusas para desahogarnos, para expresar lo que hemos estado reprimiendo consciente o inconscientemente.
Veámoslo más detenidamente
La mente racional se sirve del mecanismo de la proyección porque prefiere mantener las verdaderas causas de la emoción fuera de la conciencia. ¿Cómo? Buscando a qué o a quién culpar (acontecimientos, otras personas) como causante de su sentimiento, y verse a sí misma como la víctima inocente e indefensa ante esas causas externas: «ellos me hicieron enfadar», «él me ha trastornado», «eso me asustó».
Los factores desencadenantes son configurados y preparados para soltar la carga emocional reprimida: es debido a que estamos enfadados que los acontecimientos «nos hacen» enfadar, y no al contrario. Porque cada vez que la presión de las emociones suprimidas y reprimidas excede nuestro nivel particular de tolerancia, la mente crea un acontecimiento «ahí fuera» en el que se dé rienda suelta y se desplace.
El amor es mal interpretado como una emoción, en realidad, es un estado de conciencia, una forma de estar en el mundo, una manera de verse a uno mismo y a los demás.
David R. Hawkins
Así, la persona con una gran cantidad de dolor reprimido crea inconscientemente acontecimientos tristes en su vida. La persona miedosa precipita las experiencias aterradoras; la persona enfadada se rodea de circunstancias indignantes; y la persona orgullosa está constantemente siendo insultada. «Vemos la paja en el ojo ajeno y no sentimos la viga en el nuestro»..
El estrés es nuestra reacción emocional a un factor desencadenante o estímulo. El estrés está determinado por nuestro sistema de creencias y sus presiones emocionales asociadas. No es el estímulo externo, entonces, lo que causa el estrés, sino nuestro grado de reactividad. Cuanto más entregados estemos a experimentar y soltar la emoción, menos propensos somos al estrés. El daño causado por el estrés no es más que el resultado de nuestras propias emociones reprimidas.
¿Cómo dejar ir las emociones y sentimientos «negativos»?
Para dejar de ser una olla a presión y sentirte bien, en paz, sin importar cuál sea la causa aparente, en primer lugar deja ir la reacción a la emoción. El miedo al miedo en sí es un ejemplo de esto. Deja ir el miedo o la culpa que tienes sobre la emoción del miedo primero, y luego la emoción perderá poder. Cuando dejes ir, ignora todos los pensamientos que acudan a tu mente.
Concéntrate en la emoción en sí, no en los pensamientos porque éstos son interminables y se refuerzan a sí mismos, para engendrar a su vez más pensamientos. Los pensamientos son simplemente racionalizaciones de la mente para tratar de explicar la presencia de la emoción. La verdadera razón de la emoción es la presión acumulada tras ella. Los pensamientos o eventos externos son solo una excusa inventada por la mente.
A medida que nos vamos familiarizando con dejar ir nos damos cuenta que todas las emociones «negativas» están asociadas con la supervivencia, el miedo básico, y que todas las emociones son simplemente programas de supervivencia que la mente cree necesarios. La técnica de dejar ir deshace todo esto progresivamente. A través de este proceso, el motivo subyacente detrás de las emociones se hace cada vez más evidente.
Ríndete a las emociones
Rendirse significa no tener una fuerte emoción sobre una cosa: Está bien si sucede, y está bien si no lo hace. Cuando somos libres abandonamos de los apegos. Podemos disfrutar de una cosa, pero no la necesitamos para nuestra felicidad. Se produce una disminución progresiva de la dependencia de cualquier cosa o de cualquier persona fuera de nosotros mismos.
A veces la emoción que habíamos entregado regresa o continúa porque todavía queda más de ella por entregar, salir y ser reconocida. En el momento en que la entregamos se siente una ligereza inmediata y mayor sensación de felicidad. Este estado de libertad permanece cuando tomamos el hábito de dejar ir. Con el tiempo te das cuenta de que tú no eres tus sentimientos ni tus emociones: El verdadero «tú» se limita a presenciarlos.
Cuatro pasos prácticos
Estos son los cuatro pasos prácticos para dejar ir las emociones según las enseñanzas del dr. David R. Hawkins: Puedes leerlo y a continuación hacerlo, o dejarte acompañar con el siguiente audio:
1. Toma una posición cómoda. Cierra los ojos, respira profundamente y relaja tu cuerpo.
Ahora trae a tu mente algo que quieras dejar ir: Puede ser un pensamiento, evento, comportamiento, deseo… Lo que tú quieras, eres libre para elegir.
2. Concéntrate en lo que quieres dejar ir e inmediatamente sintoniza en cómo te sientes.
- ¿Sientes resistencia?
- ¿Qué emociones surgen?
- ¿Puedes darles un nombre… tristeza, ira, miedo, frustración…?
3. Trata de identificar la emoción en tu cuerpo.
Lo que sientes se concentra y expresa en una parte específica, como puede ser por ejemplo en la cabeza, cuello, garganta, pecho, estómago, brazos, piernas… Sé muy concreto con la localización e intenta describir la emoción (puedes usar colores, temperaturas, formas, objetos, densidades…).
Te pongo unos ejemplos: “tengo una sensación de ahogo en la garganta, es redonda (como una pelota) y muy dura», «siento ardor alrededor de mis ojos, es una sensación pastosa, roja, muy caliente”, “noto una fuerte presión en el abdomen», «siento las piernas entumecidas, como piedras«.
4. Pon toda tu atención en lo que estás sintiendo.
Siente plenamente la sensación en tu cuerpo y mantente presente con ella y en ella en el aquí y el ahora, hasta que comience a desvanecerse o a ser reemplazada por una emoción de alivio, más apacible.
Relájate, estate únicamente en el sentir. Deja de lado todo juicio, poco importa por cuánto tiempo permanecerá esa sensación. Sólo quédate ahí, entrégate al momento, tú momento, y deja que la emoción flote en la superficie el tiempo que requiera. A veces son 5 minutos, 10, 15, 20 e incluso más. Es indiferente, sea como sea está bien.
La grandeza es el coraje para superar los obstáculos.
Una vez termines este ejercicio de cuatro pasos experimentarás una transformación en tu forma de sentir. Si piensas en el tema que te molestaba al principio te darás cuenta que te sientes diferente: la emoción habrá cambiado. Muy posiblemente aquello ya no te parezca tan importante o trascendental como antes.
No obstante, si sientes que lo necesitas repite el proceso. Puedes hacerlo varias veces, quizá vayan surgiendo emociones diferentes en cada caso. No hay ningún límite de veces para practicar este ejercicio. Sabrás que has terminado cuando, al quedar resuelta completamente la emoción, tengas una sensación de paz absoluta. Significará que has dejado ir, y estarás listo para avanzar a una versión mejorada de ti mismo.
Reflexiones
Con humildad viene la voluntad de dejar de tratar de controlar o cambiar a otras personas o situaciones de vida o acontecimientos, aparentemente por su propio bien. Para ser un buscador espiritual comprometido, es necesario renunciar al deseo de tener razón o de tener un valor imaginario para la sociedad. De hecho, los sistemas de ego o de creencias de alguien en particular no son de ningún valor para la sociedad. El mundo no es ni bueno ni malo ni defectuoso, ni está en necesidad de ayuda o modificación, ya que su apariencia es solo una proyección de la mente de uno mismo. No existe tal mundo.
David R. Hawkins