El orden de nacimiento y la personalidad son datos relevantes a la hora de entender porqué no existen dos hermanos iguales.
Conquista del territorio
Este post nace como continuación del artículo “Rangos de hermandad – Fratría”. Contemplado desde la biología el ser humano es un animal territorial: necesita por tanto tener un territorio, y en él ser alimentado y reconocido.
Cuando somos niños nuestro territorio son nuestros padres, y de entre ellos todo lo es mamá. Es tan importante para nosotros el territorio, que de no ser porque somos seres racionales mataríamos por él; es totalmente natural la competitividad entre hermanos, puesto que es biológico.
Antes de mostrarte qué personalidad desarrolla cada hijo, quiero advertirte que esto son generalidades, es decir, que si bien se pueden aplicar a un gran número de personas no significa que la descripción sea la misma para todos. Por supuesto esta información te ayudará a entender ciertos patrones conductuales, y a elegir tu futura actitud ante determinados hechos.
Cada hermano en su lugar
Solamente cuando cada hermano ocupa el lugar que le corresponde, es posible la buena relación entre ellos. El lugar específico de cada hijo es el correcto para él, puesto que le aporta la seguridad que necesita.
De entre todas, la posición más debilitadora sin duda es la de estar reemplazando a un excluido. Estos niños no se valoran a sí mismos, y tienden a excluirse o a vivir situaciones de exclusión por parte de los otros. Hablamos de abortos previos (naturales o no), retoños fallecidos e incluso hijos con graves secuelas tras alguna enfermedad o accidente.
Las posiciones filiales vienen a ser los roles heredados de nuestro árbol, y son las que ocuparemos en nuestra familia y las que reproduciremos a lo largo de nuestra vida… en tanto en cuanto queden ocultas a la conciencia. También tendremos en cuenta si la posición que ocupo se repite en las generaciones previas. Por ejemplo, si yo, hija, ocupo el mismo lugar que mi madre y mi abuela. En estos casos los roles adquiridos son más rígidos y remarcados.
Por último recuerda que el primer hijo comparte semejantes características con el cuarto y el séptimo, el segundo con el quinto y el octavo, y el tercero con el sexto y el noveno (cuadro de afinidad entre hermanos), teniendo siempre ¡en cuenta los niños fallecidos y los abortos..
Hijo primogénito, «el líder»
Los padres se estrenan como tales con el primogénito, por lo que su atención y los cuidados que le prodigan, suelen ser excesivos. Este es uno de los principales motivos que provoca en el hijo el sentimiento de pérdida, ante la llegada de nuevos hermanos.
El hecho de sentirse inadecuado o poco valioso con respecto al nuevo miembro, al que considera su enemigo, le lleva en ocasiones a aislarse (= crear su propio mundo), y/o a buscar la atención perdida fuera del núcleo familiar. No obstante, también puede ocurrir totalmente lo contrario, alzándose cómo su protector.
Imita a sus progenitores
Al no tener hermanos que le precedan, el primogénito imita el modelo de sus padres y se convierte en un mini adulto. Por este motivo desarrolla desde una edad muy temprana una personalidad madura, responsable, estructurada, exigente (sobre todo consigo mismo), controladora y, en algunos casos, conformista.
Con todo, suele ser un sujeto seguro de sí mismo: líder por excelencia, independiente, ambicioso, al que no incomoda lanzarse por nuevos caminos y que encuentra con facilidad soluciones a los problemas. Su fuerza le lleva a ser un modelo de confianza y autoridad en su fratría, por lo que será el referente o consejero de sus hermanos.
Representante del linaje paterno
El primogénito es a ojos del clan el representante del linaje paterno. Esto favorece que se cree desde un principio, una mayor conexión psicoemocional con su padre. Cuando en lugar de un varón es una hembra la que ocupa este lugar recae sobre ella un peso importante:
- La negación inconsciente del padre a aceptar a la hija como primogénita.
- La culpa de la hija al saberse no esperada como mujer.
Como consecuencia esta hembra desarrollará el rol masculino y minimizará el femenino, con la pretensión de ser en lo posible el hijo que papá deseaba. Por ejemplo la aparición de la menstruación se hace un tránsito doloroso dada su negación a sentirse mujer.
Ventajas e inconvenientes
Hay padres que declinan sus responsabilidades en estos primeros hijos, obligándoles con ello a realizar tareas que no les conciernen:
- En varones: resolver problemas o dar protección a la madre y a sus hermanos. El resultado es terminar convertido en el patriarca, dedicando su vida a guiar a la familia
- En hembras: hacerse cargo del cuidado de la casa, o atender y alimentar a sus hermanos menores. Finalmente tiende a adoptar el papel de madre simbólica para sus hermanos, e incluso para su propia madre.
Asumir estas responsabilidades, puede degenerar en un sentimiento de creerse irreemplazables.
Padre ausente
Ante un padre ausente, la madre otorga el lugar de jefe de la manada al primogénito generando con ello un adulto emocionalmente inmaduro (complejo de Edipo). Por otro lado este hecho denota secretos relacionados con el padre, abuelo y bisabuelo, con los que emocionalmente está vinculado.
En relación al Proyecto Sentido Gestacional, el primogénito viene a cumplir con el deseo de sacar adelante el negocio familiar, y/o de atender y cuidar a sus padres durante la vejez. Estos hechos le inhabilitan a ejercer plena libertad sobre su propia vida. Afortunadamente hay veces que esta «promesa» se resuelve de manera inconsciente; en otras, sin embargo, se mantiene hasta que se toma conciencia.
Primogénito, seguido de uno o varios varones
A pesar de que ocasionalmente el primogénito varón se alza como guía del hermano menor, lo corriente es que la relación entre ambos sea difícil, hasta el punto de convertirse en auténtica competición por demostrar quién es el mejor. Como ya hemos visto, sucede al sentir arrebatado su territorio, motivo por el cual los hermanos se convierten en rivales.
El primogénito además se sabe especial e importante, señor del legado paterno y, por lo tanto, patriarca de la fratría. Independientemente de si es hembra o varón, se identifica plenamente con los valores masculinos del padre, abuelo y bisabuelo.
Primogénito seguido de una o varias hermanas
Este hijo varón, que desde su más tierna infancia es todo atención, comprensión y cuidados para con sus hermanas, se convierte en un adulto sumamente atento con las mujeres en general, y con su pareja en particular.
Por esta razón, con esta última corre el riesgo de excederse en adulaciones, e incluso de llegar a resultar posesivo. Profesionalmente se encontrará a gusto trabajando con o para las mujeres.
Primogénita seguida de una o varias hermanas
La primogénita hacia su/s hermana/s denota un comportamiento responsable y riguroso, basado en una actitud maternal basada en la preocupación, la autoridad y el control. Como en su adultez estos criterios los vuelca hacia su marido e hijos, el universo le aporta como pareja al hermano menor de hermanas que, de igual forma, busca ser atendido.
Esta hija tiende tanto a sacrificarse por los demás que se olvida de sí misma, motivo por el cual sus relaciones se ven envueltas en algún tipo de maltrato físico o psicológico. Recordemos que el espejo siempre nos devuelve la manera en la que nos tratamos a nosotros mismos, y si yo no me respeto, necesito que alguien me lo muestre para reconducir mi camino.
Por último, la relación afectiva se hace más estrecha con el padre, debido al rol que recibe (dentro de la columna de afinidad está en el masculino).
Primogénita seguida de uno o varios varones
Si bien habitualmente prioriza el rol materno protector, también puede darse en algunos casos una mayor masculinización(1), con un marcado comportamiento dominante sobre el hermano. Es una persona autoritaria, independiente y fuerte. Profesionalmente la gusta dirigir.
A nivel del árbol, esta hija se vincula especialmente con la abuela y tías paternas, especialmente si lleva el nombre de alguna de ellas. Es una mujer valorada por los hombres, sobre todo si éstos son hermanos menores en su fratría; de hecho, la relación con ellos es mejor que la que mantiene con las mujeres.
Este comportamiento se aprecia claramente en la relación de pareja, al que trata como un niño, al igual que al resto de hijos varones a su cargo. De la misma forma que sucedía con la anterior, su vida tiende hacia el sacrificio… a no ser que entre en competencia con la pareja. Esto es habitual cuando éste ocupa el lugar de primogénito entre sus hermanos, ya que entre ambos se entablará una constante lucha de poder.
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(1) Masculinización: término referido al comportamiento regido por el hemisferio derecho, desde dónde biológicamente se desenvuelve el macho, aunque en algunos casos presenta incluso rasgos físicos y formas de vestir masculinas.
En resumen…
- En su edad adulta, con independencia de su sexo, tiende a cargar con un exceso de responsabilidades puesto que lo considera natural.
- Suele ser metódico, organizador, controlador, cauteloso, concienzudo, estricto y autoritario.
- Los primogénitos destacan por ser personas de confianza.
- Tanto a nivel profesional como sentimental, se rodea de sujetos fuertes y decididos que se encuentran en una posición de poder. En el trabajo para compartir liderazgo, y en la pareja buscando que ejercer un rol maternal, con el que mostrar su sensibilidad y timidez.
- En ocasiones puede sentirse especial, necesario e irreemplazable, tensando en extremo las relaciones e incluso llegando a romperlas, sean éstas del tipo que sean.
- Gusta de poseer bienes materiales.
Segundo hijo, «el complaciente»
Las palabras que mejor lo definen son: confusión, incomprensión y desconcierto.
Debido a su rango de hermandad, es el hijo/a que más dificultades presenta dentro el seno familiar. Su magnífica posición neutral no le exime de compararse constantemente con sus hermanos, desarrollando en consecuencia una personalidad opuesta a la suya.
Se cuestiona si los sentimientos de los padres hacia sus congéneres, son los mismos que él recibe. La frustración suscitada le impele a obtener protagonismo haciéndose notar, por lo que, si bien no deja de ser competitivo, su carácter es más comprensivo, flexible, complaciente y cooperativo.
Dado que el comportamiento que adquirimos en la niñez es el que adoptamos en la edad adulta, vemos cómo, a posteriori, busca en el ámbito relacional la atención, que bajo su sentir no le fue dada por su familia, compensando de alguna manera la carencia afectiva. Este aprendizaje forzoso le convertirá, no obstante, en una persona con una excelente actitud emprendedora y amplia vida social.
Segundo hijo nacido tras un varón
En este caso, siendo los dos varones, nace una fuerte competitividad entre ellos, que además se ve acrecentada cuando la diferencia de edad es mínima. Asimismo es relevante observar cómo la personalidad que desarrolla el menor, es extremadamente opuesta a la del hermano.
Al igual que sucedía en el caso del primogénito, se establece un mayor vínculo afectivo entre este segundo hijo y el progenitor que ocupe el mismo rango de hermandad en su fratría. Cuando se trata del padre, la rivalidad del segundo hijo con el primogénito es todavía mayor.
Si profesionalmente trabaja como subordinado, entrará en contradicción con las órdenes de un varón. En sus relaciones tiende a ser generoso y permisivo, siempre y cuando su pareja no ocupe el lugar del primogénito.
Segundo hijo nacido tras una hembra
Su comportamiento varía entre lo muy femenino y lo exageradamente varonil. Si bien en ambos casos tiende a aislarse, en el primero suele ser independiente, aunque seductor con las mujeres, en el segundo frágil y dependiente, a pesar de mostrar ante el mundo una apariencia distinta.
El segundo hijo varón necesita de un referente paterno para aprender, mediante la imitación, a comportarse como un hombre en la vida.
Si de niño recibió protección y atenciones de la hermana, estos mismos cuidados serán los que espere de su pareja. Sin embargo, si su hermana tuvo una actitud dominante para con él, se topará con una pareja que le exigirá ser sumiso y servicial.
Segunda hija tras un varón
Su carácter femenino, sensible, amable, cálido, acogedor, e incluso sensual y seductor, hace que sea bien acogida por el género masculino. Si bien no la preocupa en absoluto mantenerse soltera será la primera en emparejarse, escogiendo para ello un varón mayor de hermanas, de acuerdo al referente que ella ha tenido durante su infancia.
Segunda hija tras una hembra
En este caso, la segunda hija tiende a identificarse con la madre y con la abuela materna, sobre todo si comparten el mismo rango de hermandad.
Su actitud competitiva hacia hombres y mujeres, deviene de la necesidad de sentirse respetada y de encontrar reconocimiento. Es tal su falta de valorización, que en su faceta de madre requiere de la ayuda de su propia madre, de su hermana, o en su defecto de su pareja a la que exigirá su implicación en el cuidado de los hijos.
En resumen…
- Independientemente de su sexo, la incertidumbre que reina durante la infancia en el segundo hijo con respecto al sentimiento de los padres, da como fruto un adulto que quiere destacar, y al que gusta de rodearse de amigos protectores que le valoren y brinden atención.
- Mientras algunos se muestran comprensivos y complacientes, aunque en ocasiones también un poco rebeldes, para conseguir y/o mantener su sitio, otros, persiguiendo el mismo fin, lo hacen desde un aparente egocentrismo donde pareciera que para ellos tan solo cuentan sus propios intereses. Sin embargo, ambos casos, delatan una necesidad encubierta de amor.
Tercer hijo, «el gracioso»
El tercer hijo será siempre para todos el pequeño, y comparte con el primogénito la creencia de ser especial.
A su llegada, los padres ya no son tan estrictos y controladores como lo fueron con sus primeros hijos:
- La libertad de esta mayor permisividad puede dar lugar a que la persona sea más independiente, cualidad que asimismo se hará patente más adelante a nivel pareja.
- O también es posible que ocasione una excesiva dependencia, por lo que buscará la figura paterna o materna en la pareja, según sea de uno u otro sexo.
Los terceros hijos que se adaptan a este último patrón, sufren el dolor de sentirse no importantes para los padres. En consecuencia, y con el único propósito de cautivarlos, desarrollan una personalidad simpática, encantadora, y en ocasiones hasta aduladora. Este comportamiento, que por otro lado desata la envidia entre sus hermanos, puede desembocar en el personaje del payaso de la familia, es decir, aquel que mediante sus gracias hace reír al resto.
Aquí no hay importantes distinciones en relación a su género, así como al hermano o hermana que le preceda.
En resumen…
- En su edad adulta rechaza situaciones de responsabilidad, puesto que no dispone de experiencias similares en su infancia.
- Si se ha estado sobre protegido, crecerá con un alto grado de inmadurez y una todavía mayor dependencia, que puede verse reflejada en el consumo de cualquier tipo de droga.
- El hijo menor es, por excelencia, sobre quién recae mayormente el programa de proyecto sentido de hijo bastón. Este deseo de los padres, consciente o inconsciente, señala que sea éste el hijo que les cuide y atienda en la vejez, más aún cuando la diferencia de edad con el hermano precedente es notoria. En tal caso, paralelamente, suele asumir un rol muy parecido al de hijo único. Físicamente son personas anchas de hombros y caderas, y muy habitualmente desarrollan sobrepeso.
Hijo único
Contemplado desde la biología, ser hijo único es asegurarse todo el territorio para sí mismo. Esto viene a decir que soy yo, después yo, y más tarde otra vez yo.
El hijo único da por sentado que lo que hay en el territorio le pertenece. Nunca tuvo que competir con nadie para obtener el alimento (= atención de los padres), y mucho menos compartirlo. Aquí el problema reside en el tema relacional, porque saltarán chispas en el caso que se empareje con otro hijo único.
El estudio transgeneracional nos muestra que el hijo único:
- Viene a redimir hostilidades y reyertas habidas entre hermanos de anteriores generaciones. «Estando solo no he de luchar con nadie«.
- Es la solución al conflicto generado por un exceso de hijos, hijos abandonados o hijos de madres solteras.
En algunos aspectos, el hijo único comparte características conductuales con el primogénito, como la madurez, la responsabilidad, la exigencia y la independencia.
Ventajas e inconvenientes
- Facilidad para desarrollar la creatividad.
- Normalmente dotados de gran ingenio.
- Al igual que el mitológico titán Atlas, sostienen en soledad un enorme peso sobre sus espaldas:
- Son los depositarios de todas las expectativas parentales.
- Se saben responsables de la continuidad del árbol familiar.
Generalmente, el hijo único en algún momento de la vida anhela tener hermanos. Cuando esto no sucede, y por supuesto de manera inconsciente, se resiente culpabilidad:
- Hacia la madre por no recibirlos.
- Hacia sí mismos si la madre ha sufrido abortos.
En resumen…
- El vínculo afectivo será más fuerte con el progenitor que ocupe el lugar de primogénito en su fratría, teniendo en cuenta especialmente el linaje paterno en el hijo, y el linaje materno en la hija.
- En la edad adulta el varón:
- Suele ser líder, pero desde el asesoramiento y nunca con autoritarismo.
- Tensiones con el padre cuando éste no es el primogénito de sus hermanos.
- Valora y adora a sus progenitores.
- Gusta relacionarse con personas mayores.
- Sus parejas son maternales.
- Busca al varón en su descendencia.
- Entre sus amistades predominan los hijos únicos y los primogénitos.
- La hembra en la edad adulta:
- Comprometida con lo que hace.
- Busca la protección de sus padres, y sobre todo mantiene una fuerte vínculo con la madre.
- La gusta resaltar y no suele pasar inadvertida.
- Ser la preferida de papá hace que se rodeé de hombres que desempeñen el rol paterno.
- A su pareja le deja muy claro desde el primer momento, que la madre (de ella) tiene un papel prioritario en su vida.
- Sumamente atenta con los hijos.
- Si su primer hijo es una hembra, no tendrá necesidad de más hijos.
Gemelos y Mellizos
Suelen ser personas muy intuitivas. Cuando son los primogénitos asumen los roles de hermanos mayores, ya sean varones, hembras, o un varón y una hembra, de acuerdo a lo que hemos visto hasta ahora. En el caso de ser los menores, se intensifica la unión entre ambos frente a los otros.
Si se trata de mellizos de sexo diferente, normalmente el varón tiende a identificarse con el padre y a representar en consecuencia el linaje paterno, y la hembra con la madre y el linaje materno.
Se dice que el primero en nacer, fue el segundo concebido. Sin embargo, cuando son de sexos opuestos, los roles no vienen definidos por el orden de nacimiento, sino que se adopta en función de los padres. Por ejemplo, si el padre es el menor y la madre la mayor de los hermanos, el niño será el menor y la niña la mayor.
Soy adoptado
Esta es una de las preguntas más frecuentes que me soléis hacer. Primeramente es importante saber que siempre, siempre, siempre, el árbol que recoge un hijo es complementario de aquel que lo da. Por lo tanto no es necesario disponer de fechas del biológico, dado que el que adopta tiene toda la información que se requiere.
Puede darse el caso de ser uno o varios los hijos adoptados, o que el hijo de adopción comparta territorio con los hijos biológicos. Pues bien, en un principio has de aplicar cuanto te he descrito hasta ahora para el miembro que ocupe cada rango de hermandad: primogénito, segundo hijo, tercer hijo o hijo único.
Si los padres no hacen mayores distinciones, únicamente se darán las mismas rivalidades que en cualquier otra fratría. Sin embargo, cuando alguno de los progenitores protege en mayor medida al hijo de adopción, se genera una especie de boicot del resto de los hermanos hacia éste («el intruso se hace con el territorio«).
Reflexiones
El cambio comienza en la educación, y el papel de primeros educadores nos concierne exclusivamente a los padres.
Es triste, pero no por ello menos cierto, darnos cuenta que como hijos hemos ido creciendo sin ser valorados por lo que somos:
- Nos han comparado.
- Hemos recibido premios y castigos, de acuerdo a si nuestro comportamiento se adecuaba a lo que se esperaba de nosotros.
Nuestros padres por supuesto están libres de toda culpa, pues ellos mismos crecieron con idénticas e incluso mayores carencias. Nosotros, de hecho, también lo hicimos durante el tiempo transcurrido en la más plena ignorancia e inconsciencia.
¿Por ello somos culpables? ¡NO! La vida es un aprendizaje, sin más. Necesitamos de los errores, puesto que sin ellos no sería posible la evolución. Cae, levántate , y toma nota de la piedra donde tropezaste para evitarla.
- Cada hijo es un tesoro por en sí mismo, independientemente de su género, edad, rango de hermandad, etc.
- Mira a sus ojos y aprende a verte en ellos. En cada uno de tus hijos puedes ver reflejada una etapa o vivencia de tu propia vida.
- Ten en cuenta que aquello que más te cuesta aceptar, es precisamente lo que merece toda tu atención, puesto que te muestra lo que todavía no has aceptado de ti.
- Nuestros hijos, con sus comportamientos, nos proponen retos para nuestro auto conocimiento que nos impulsan a evolucionar.
Tus hijos son perfectos tal y como son de la misma manera que TÚ TAMBIÉN LO ERES, y ni ellos ni tú necesitáis demostrar nada a nadie.