Podemos contemplar la sombra como enemiga o aliada: lo primero nos mantiene prisioneros, lo segundo nos libera (Parte 1).
Soy más de lo que ves
¿Cuánto de nosotros realmente sabemos, aceptamos o escondemos? Aprende de ti con profundo respeto y amor.
Mamamos el victimismo incluso antes de nacer, hijos de una sociedad delirantemente enferma. Una sociedad que aprueba o desaprueba al SER humano en función de unos méritos medidos con baremos absurdos, una sociedad en el que el término familia ha sido descatalogado por los incentivos económicos, una sociedad perpetradora de valores sublimes como el amor o el respeto… Se nos ha denigrado tanto como SERES humanos, que llegamos a creer que debíamos ser de acuerdo a todos esos estándares a fin de obtener un ápice de felicidad.
Despojados de toda ilusión, fe y confianza en nosotros mismos, crecimos abducidos por su verborrea pusilánime. En muchos casos y por un tiempo asentimos ser sus vasallos, monigotes de carne y hueso en manos de insulsos titiriteros que, no conformes con haber intentado substraer nuestras mentes, anhelan también adueñarse de nuestras almas.
Una vez quedó sutilmente prendido el sentimiento de culpabilidad, fuimos esquivando ser diana de cualquier mirada juiciosa, y buscamos por aquí y por allá migajas de aceptación, respeto y reconocimiento. ¡Ya habíamos quedado atrapados como víctimas sin tan siquiera saberlo!
Más tarde nosotros, los juzgados, pasamos a ser además de jueces, verdugos. Enrolados en el juego imperceptiblemente instruido, salimos cual ansiosos perros de presa a descargar nuestra frustración en los otros, responsabilizándoles de nuestro bienestar o malestar, acreditándoles como salvadores o malhechores de lo que nos dijeron era la «felicidad«.
Toma lo que por derecho te pertenece
Adoptar el rol de víctima resulta tan sencillo y apetecible, que dar el salto de honestidad para reconocer nuestra parte oscura, ese pequeño yo teñido de miedos, celos, vergüenza, inferioridad, egoísmo, control, manipulación… se convierte en todo un auténtico desafío. Sin embargo, es tanto lo que nos aguarda tras ese salto al aparentemente vacío, que llegado el momento frenarlo se convierte en utopía.
Hacerse cargo del propio poder es apostar por sentir, respirar, experimentar la libertad. Mas el poder conlleva conjuntamente con los derechos unos deberes, que me atrevería a definir en los siguientes:
- Reconocer que la felicidad depende exclusivamente de uno mismo. Redactando estas líneas recuerdo cuando mi querida maestra, Fabi, decía: «me siento feliz, triste pero feliz«. Porque felicidad no es sinónimo de alegría, sino de respeto por lo que a cada momento se ES.
- Hacerse responsable de cada decisión, palabra o acción que se lleve a cabo, puesto que esa causa, sea cual fuere, tendrá su efecto. Cada quién es libre de elegir con qué se queda, asumiendo que toda elección lleva implícita una renuncia.
- Asumir que no existe una única realidad, sino que cada uno crea su universo particular definido por su estado de conciencia. Nada es bueno o malo, o mejor ni peor; es nuestra interpretación que lo determina. Es la persona la que decide la importancia que da a las situaciones que vive, así como a las emociones que despierta.
Transitando aguas inexploradas
Puedes estar toda tu vida resintiendo un daño que sufriste en el pasado, creyendo que tus circunstancias serían otras de no ser por culpa de aquello. Lo que sucede, más bien, es que mientras continúas en ese mismo sentir te condenas a seguir sufriendo. Si no sueltas, obligas a tu cuerpo a que gestione las dosis de rabia, rencor, incluso venganza que tú mismo alimentas. Y sabemos que la respuesta que da el organismo siempre será biológica, eso que nosotros determinamos llamar enfermedad.
En consecuencia, la respuesta hemos de facilitarla nosotros, conscientemente. ¿Me merece penar toda la vida por algo que sólo tiene cabida en mi mente? La ira o cualquier otra emoción desea saberse escuchada y, sobre todo, desea saberse sentida. Gestionar nuestras emociones, eso que nunca nos enseñaron de niños, hemos de aprenderlo ahora. Nunca es tarde para tomar un nuevo comienzo.
Se trata de una senda inexplorada que hemos de transitar si deseamos vivir saludablemente. La Vida requiere de nuestra presencia, de nuestro amor y comprensión, de nuestro respeto y nuestro perdón. Y no un perdón de «como yo soy tan bueno te perdono«, sino un perdón que reconoce que a quién se está perdonando es uno a sí mismo:
Me perdono por haber atraído esta persona, experiencia, circunstancia a mi vida necesaria para mi evolución, me perdono por no haber sabido hacerlo mejor, me perdono porque estoy aprendiendo y los errores forman parte del proceso, me perdono porque soy y merezco Amor.
Ni pasado ni futuro, es AHORA
Nuestra vida, nuestros pensamientos y emociones presentes, resultan de los infinitos instantes de existencia vivenciados por nosotros mismos y por cuantos nos anteceden. En todo ese torrente de acontecimientos por momentos hubo dolor, por momentos satisfacción. La satisfacción se expresa, el dolor se omite, y precisamente por este motivo la herida permanece abierta.
Aquella experiencia de sufrimiento dejó de existir, forma parte de un pasado. Sin embargo, para que el sufrimiento remita y la herida cicatrice has de soltarlo, liberar la presión del botón que lo mantiene activo en tu mente. Sólo de esta manera serás plenamente presente, y te sentirás libre para determinar tu actitud en pos de lo que merece ser disfrutado por ti.
La elección es tuya, si te aferras a no soltar obtendrás las consecuencias que deriven de ello por imposición propia. ¿Qué eliges, sobrevivir en lo que consideras un mundo injusto, cultivando odio y rencor, o vivir agradeciendo? Agradeciendo lo que eres, agradeciendo cada relación y circunstancia que hace que hoy te muestres siendo tú mismo, agradeciendo que el universo entero se despliegue, instante a instante, ante ti y para ti.
Quién se busca, te encuentra
Verá quien quiera ver, escuchará quien quiera escuchar. Hoy en día disponemos de tantos recursos que nos ayudan a crecer, a conocernos, a iluminar esas partes oscuras, que es por incrédula omisión quien decida no ser el cambio que desea ver en su vida.
A mi consulta llegan personas que solicitan una sesión para su pareja, sus padres o hijos (adultos) o algún amigo. Mi respuesta es siempre la misma
- Les indico que es imperante que sea la persona en cuestión quien me contacte; es requisito primordial que uno se comprometa consigo mismo para conseguir el cambio deseado.
- Y les invito a que se miren y se pregunten: ¿qué tiene que ver conmigo lo que estoy percibiendo? ¿Desde dónde nace mi interpretación de esta realidad? Porque si está en mi mundo se trata de mi creación. Ahora bien, ¡qué sencillo es creer que es el otro quién necesita cambiar! Vemos la paja en el ojo ajeno y no vemos la viga en el nuestro.
¡Qué se abra el telón!
El Estudio del Árbol Genealógico y del Proyecto Sentido Gestacional, la Sanación del Niño Interior, las Nuevas Constelaciones Familiares (Grupales Online e Individuales con Muñecos) o la Hipnosis, son herramientas que nos muestran cuál es y dónde se encuentra el bloqueo o creencia que limita nuestros pensamientos y acciones. Con el Programa Kintsugi Sanación® llegas a las profundidades.
Nada nos es dado como una carga o un castigo. Se trata de pactos que hacemos a nivel álmico a fin de ampliar nuestra conciencia y, por ende, evolucionar. El árbol necesita de nosotros… y nosotros necesitamos del árbol. Resentimos sus mismos dolores, sufrimientos y conflictos para que éstos sean trascendidos, liberados y sanados con nuestra nueva percepción y acción.
Cada integrante del árbol ostenta ocupar su lugar digno en el sistema, amado, respetado y con la firme renuncia por parte de otros miembros a querer cambiar su destino. Somos bendecidos por nuestro agradecimiento hacia lo que nos ha sido dado y el aprendizaje aportado. Nuestros antepasados son más grandes que nosotros, nacieron antes, y por lo tanto ni se nos es permitido ni tenemos derecho a mirarlos de otra forma.
Si te interesa este tema, continua leyendo la segunda parte de este artículo. En él trato las distintas maneras en las que la sombra tiende a manifestarse. Su objetivo es obvio, ya lo dijo Carl Gustav Jung: «Nadie se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente su oscuridad.»
Eres Luz y Sombra, Eres Sombra y Luz.