Los niños no enferman, «los ponemos enfermos»

Los niños no enferman; generalmente su malestar es la somatización del conflicto que viven sus padres.

 

Esponjas emocionales

(Clic para ver en YouTube)

 

Prácticamente en todas las charlas y talleres que imparto, después que se entiende cómo nuestras enfermedades nacen de situaciones que vivimos como conflictos biológicos, surgen las mismas preguntas:

  • ¿Por qué los niños enferman?
  • ¿También ellos tienen conflictos?

Por supuesto que los niños tienen sus propios conflictos a nivel inconsciente… pero en ningún caso se asemejan a los nuestros.

Hablamos de conflicto para referirnos a aquellos casos que no sentimos satisfechas nuestras necesidades biológicas, es decir, cuando aquello que necesitamos para sobrevivir se queda al descubierto. Estas necesidades en los niños, sobre todo cuando son muy pequeños, se resumen en las tres más básicas:

  • Alimento: tanto orgánico (= comer y beber)  como afectivo (= en forma de contacto físico).
  • Protección: entorno seguro.
  • Valoración: recibir sugestiones positivas de sus referentes.
  • Pertenencia: ser reconocido en el grupo.

Pongamos como ejemplo el niño que se muerde las uñas. Este niño siente ira hacia sus padres, una ira irrefrenable que reprime y no expresa, frenando el impulso biológico de agredirles. Inconscientemente siente que si lo hace perdería su amor; en consecuencia, morderse las uñas es la solución biológica con la que se inhabilita para hacerlo. 

Necesidades biológicas

Sin embargo, a medida que vamos creciendo nuestras necesidades biológicas se vuelven más complejas:

  • Reproducción: asegurar la especie.
  • Valoración: capacidad y libertad de acción.
  • Aprendizaje: me permite ser uno con mis iguales.
  • Pertenencia: al clan, a la sociedad, al grupo.
  • Reconocimiento e identidad: SOY.

Hoy en día disponemos de mucha información sobre lo que sienten y experimentan los niños en cada etapa de su infancia. Un gran número de autores coinciden en el hecho de que, a nivel psicoemocional, la madre y el niño están en simbiosis desde el momento de la concepción hasta que éste alcanza aproximadamente los siete años de edad.

Crianza

Laura Gutman (1), psicopedagoga argentina formada junto a la psicoanalista francesa Françoise Dolto, es experta en familia, crianza y en psicología femenina en el puerperio.

A través de sus libros, conferencias y cursos para madres y profesionales, nos regala sus maravillosos conceptos y acertada visión sobre la maternidad, los niños, y las relaciones padres / hijos (con mayor énfasis en la figura materna). Te muestro como ejemplo alguno de sus pensamientos:

  • “Para poder cambiar el mundo, hay que criar bien desde la cuna” .
  • “El desamparo de los niños pequeños se hace socialmente visible unos años después, en la edad de la adolescencia. Para criar bien a un bebé, sin que se produzcan frustraciones, hay que comprender profundamente los aspectos oscuros de la maternidad, que son exactamente lo opuesto a lo que nos cuentan las revistas» .
  • “Dejar a un bebé llorando toda una noche equivale a su muerte espiritual. Y después, ¿cómo no vamos a salir violentos? Son pocos los padres que matan físicamente a sus hijos, pero los que los abandonan son mayoría».

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 (1) Descarga en este link el libro en PDF La maternidad y el encuentro con la propia sombra.

 

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Proyecto Sentido Gestacional

En © Descodificación Biológica Integrativa (DBI) se tienen muy en cuenta las experiencias emocionales vividas por la madre, en el periodo que abarca desde nueve meses previos a la concepción hasta los tres años de edad del hijo. El estudio mediante el cual lo llevamos a cabo se conoce como Proyecto Sentido Gestacional, desarrollado por el el psicólogo clínico Marc Frèchet.

Durante esta etapa el inconsciente del niño graba numerosos programas (= creencias, formas de actuar y sentir), que condicionarán toda su vida, unas veces positivamente y otras de forma negativaTe invito ahora a que reflexiones sobre las preguntas que te expongo a continuación:

  • ¿Quién o qué ocupaba el pensamiento de tu madre?
  • ¿En qué ambiente emocional vivía?
  • ¿Fuiste un hijo deseado?
  • ¿Querían tus padres un niño y naciste niña, o viceversa?
  • ¿Cómo era su relación matrimonial… y las relaciones con el resto de la familia?
  • ¿Cuál era su situación económica?
  • ¿Hubo riesgo de perderte?
  • ¿Cuál era la situación social e histórica del lugar donde residían?
  • ¿Naciste a término y por tu propio «pie»  o te ayudaron con fórceps, cesárea…?
  • ¿Cómo fuiste recibido en casa? 

Prolongación de la madre

Por otro lado, hasta la edad de siete años en la que concluye el total desarrollo del neocórtex, los niños son una auténtica esponja emocional. Es más, de hecho podríamos decir que los niños son la manifestación del inconsciente de la madre, dado que su mente se mantiene en una vibración alfa.

Puedo asegurarte sin riesgo a equivocarme, que los niños en esta etapa viven hipnotizados. Con esto quiero decir que en ningún momento cuestionan, corrigen o censuran la información recibida del mundo exterior, cuanto reciben lo toman sin ningún tipo de filtro, y en consecuencia toda ello pasa a formar parte intrínseca de su programación.

También durante este intervalo de tiempo las emociones son el lenguaje que les es propio, la más pura expresión del corazón puesto que aún no han sido contaminados racional ni intelectualmente.

La sombra

Proyectamos cuanto no reconocemos en nosotros mismos sobre nuestros hijos. Estamos hablando de la sombra, término acuñado por Carl G. Jung. En consecuencia los niños se convierten en el más amoroso y fiel de nuestros espejos, reflejando nuestros conflictos inconscientes mediante los síntomas y enfermedades que padecen.

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En el post sobre el asma veíamos como el niño que enferma de bronquitis o que tiene asma habitualmente, denuncia un ambiente tóxico en casa y/o dificultades de relación en su entorno más cercano. De igual manera, el niño que a menudo tiene dolor de barriga, manifiesta la dificultad, suya propia o de la madre, ante una situación indigesta.

Los niños perciben desde su inocencia y extrema sensibilidad muchísimo más de los que nos parece.

El niño con otitis frecuentes muestra la irritación que siente al escuchar algo que no quiere oír. El que desencadena una miopía la necesidad de estar alerta y ver de muy cerca por si acecha el peligro (normalmente peleas y discusiones en su entorno). O el que alerta la falta de contacto o un contacto doloroso con problemas en su piel

Y ahora, ¿qué hago?

La respuesta es sencilla: haz acopio de la madurez emocional propia de la persona adulta. Y lo primero es dejar de lado la culpa: lo hecho, hecho está. ¿No es cierto que en todo momento has hecho lo mejor que podías hacer?  Es así, cada cual actúa en relación a su nivel de consciencia. Si te dejas atrapar por la culpabilidad perderás este precioso instante presente en el que puedes mostrarte siendo tú misma. 

Esta información te brinda no solo una nueva oportunidad de promover la salud de tus hijos, sino de sanar al mismo tiempo la relación con tu madre / padre, el sentimiento de carencia que tú misma experimentaste durante tu infancia. Comienza por:

  • Tomar las riendas de tu vida y, como no, de tus emociones.
  • Compórtate en coherencia con lo que sientes.
  • Evita hacer el avestruz. De nada sirve cerrar los ojos (y el corazón) o mirar para otro lado.
  • Cuestiona tu manera de pensar… ¿no estarás repitiendo el comportamiento de papá o mamá que tanto te molestaba? Ellos también lo hicieron lo mejor que sabían. 

Si una cosa tiene solución, ¿para qué preocuparse?

Y si no la tiene, ¿para qué preocuparse?

Sé tú misma

Dale rienda suelta a tus sentimientos, bríndales el espacio que necesitan haciéndote consciente de ellos.. Expresa todo cuanto te mueve por dentro sin enjuiciar ni señalar culpables, y después… déjalo ir.

Aprovecha cada ocasión con tus hijos para hablar de cómo te sientes. De esta manera aprenderán a distinguir lo que es suyo de lo que no lo es, y comprenderán y expresarán sus propias emociones.

Habitualmente la clave del conflicto, que se traduce en el niño en malestar o enfermedad, se encuentra en mamá más que en papá. Te diré, incluso, que los conflictos de papá no influyen directamente en el niño, sino que los conflictos de papá son recibidos por el niño de acuerdo a lo que mamá siente al respecto. 

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Veamos un ejemplo. Papá llega a casa del trabajo echando chispas por la boca, siente frustración y resentimiento por la reprimenda injustificada de su jefe. En cambio el estado emocional de mamá es de tranquilidad, sabe que el enfado de papá no tiene nada que ver con ella y por tanto se mantiene al margen. El niño, en consecuencia, aunque no entienda muy bien porque papá ha llegado a casa enfadado, vive la tranquilidad de mamá y así lo expresa su cuerpo.

¿Dónde queda papá?

Papá juega un papel fundamental desde los siete años hasta la adolescencia. Los siete años de nuestros hijos marcan el relevo de los padres: la mamá se retira para ceder el papel protagonista a papá.

Son los papás los que estructuran a los niños, los que les conducen al mundo exterior para que adquieran madurez, autonomía y seguridad en sí mismos, lejos de los estrechos lazos afectivos que les unen a mamá. El papá les muestra las reglas del juego: normas, límites, sociabilidad, etc…

Un tramo decisivo que culmina en un proceso de separación ahora también con papá. No hemos de olvidar que nuestro principal compromiso como padres, es promover la adquisición de las habilidades necesarias para que nuestros hijos autogestionen exitosamente su mundo emocional.

¿En qué consiste el acompañamiento?

En primer lugar tratamos el síntoma físico o comportamental con mamá, y más tarde, si se precisa, lo hacemos con el papá o el niño. Como has visto, mamá es la pieza emocional más importante del conjunto.

La liberación tiene lugar una vez mamá toma consciencia de la dificultad que ha vivido y expresa su resentir. Después se puede hablar con el niño cuando éste esté dormido, agradecerle su sacrificio en bien de la «salud» del clan y la de mamá y, sobre todo, dejarle claro que los adultos se encargan de resolver el asunto. Podría ser algo así:

«Me he dado cuenta de lo que tu enfermedad me está mostrando. Gracias, quedas liberado de ella. Ahora yo me encargo. Yo soy la grande y tú el pequeño».

Las enfermedades congénitas pueden expresar:

  • Un conflicto pendiente de resolver en el árbol, algo que obviamente no es del niño.
  • Un proceso dramático vivido por la madre previo a la concepción o durante la gestación.

En el primer caso recurrimos al estudio del Transgeneracional, y cuando se comprende el motivo por el cual el niño lo está reparando, se libera tanto al niño como al clan. En el segundo, como ya te he explicado, es un tema a tratar con el estudio del Proyecto Sentido Gestacional.

 

No hagas oídos sordos, tu hijo te reclama.

Comparte, sembremos juntas conciencia.
Espero que esta lectura te haya servido
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